Cuenta la leyenda que, durante los tiempos del Emperador de Jade, el invasor chino quería apropiarse de las tierras del imperio vietnamita, por lo que el emperador pidió ayuda a una familia de dragones, quienes lanzaron perlas y jade para hundir a los barcos enemigos. Una vez terminada la batalla, al contemplar la belleza del lugar, los dragones y sus descendientes decidieron quedarse allí. Cerca de 2000 islotes de roca kárstica, esparcidos a lo largo de 120 kilómetros de costa, componen esta bahía ubicada en el noroeste de Vietnam.
La verticalidad y el enorme tamaño de las inmensas rocas que parecen desvanecerse en la bruma del mar de China, hacen que este paisaje sobrecogedor sea uno de los más bellos del mundo. No es de extrañar que la bahía fuera declarada Patrimonio de la Humanidad en el año 1994. Cada día, cientos de embarcaciones de todos los tamaños navegan sus aguas. Gracias a cualquiera de ellas, podemos visitar los pueblos flotantes de pescadores vestidos con el traje tradicional y el cónico sombrero de paja y las cuevas formadas en sus rocas como la de Hang Sung Sot (Gruta de la Sorpresa).
Cruceros por la bahía
La mejor forma de disfrutar de toda la belleza de este paraje es realizar un viaje de dos o tres días en un crucero. Los hay de todos los precios, el más básico desde 70 euros por persona (dos días y una noche), hasta cruceros de lujo para ocasiones especiales como el Emeraude, réplica de uno de los clásicos barcos de vapor de la era colonial francesa de Indochina, que ofrece rutas de dos días por aproximadamente 232 euros por persona. Este barco nos envolverá en la época romántica y nostálgica de los años veinte, mientras contemplamos una inolvidable puesta de sol navegando por las tranquilas aguas de la Bahía. El Emeraude ofrece, durante su estancia, clases de cocina vietnamita, paseos en kayak, pesca del calamar o masajes. Al anochecer, proyectan en cubierta la oscarizada película Indochina, protagonizada por una maravillosa Catherine Deneuve. El hecho de verse envuelto por el mismo paisaje presente en la película, en el silencio de la noche y bajo la luz de las estrellas, supone una experiencia increíblemente mágica. Al amanecer, nada mejor que despertar del sueño con una relajante clase de tai-chi. Toda una experiencia que no dejará indiferente a nadie.
Credits: publiqué una versión de este artículo en Viajar, suplemento semanal de La Vanguardia
Photos: Anna Tomàs