Legítima heredera al trono y relegada al papel de esposa real, consiguió gobernar Egipto durante veintidós años
Al intentar conocer la Historia de 2.000 o 4.000 años atrás, los investigadores se enfrentan a numerosos sesgos, desde la propia interpretación subjetiva de aquello que encuentran y ven, a la dificultad por establecer las ocultas intenciones que pudiera tener una mente de una sociedad ancestral para actuar de una u otra manera.
Una de las víctimas de esta interpretación subjetiva de la Historia ha sido la reina Hatshepsut. Su habilidad para alcanzar el trono y mantenerse en el poder durante 22 años, las representaciones de su imagen con cuerpo y barba de hombre, más la campaña de destrucción de su memoria en grabados y estatuas tras su muerte, la hicieron acreedora de una fama de mujer malvada y gobernante manipuladora, con tal sed de poder que usurpó el trono a Tutmosis III, hijo de su marido con otra mujer. Tanto es así que durante décadas fue considerada por muchos historiadores como la más perversa de las cinco reinas que existieron en el Antiguo Egipto. Sin embargo, los hechos que conocemos hoy en día exponen un relato diferente.
Uno de los argumentos para su discriminación se basa en el hecho de que las otras cuatro reinas gobernaron durante periodos de tiempo más breves, pero, a la vez, no se ha obtenido una mayor información sobre ellas para poder emitir juicios de valor. “Nitocris, la primera, se estima que gobernó solo dos años (2183 a 2181 a.C.) y apenas se han hallado rastros de información de su gobierno. Sobre ella existe la leyenda de la venganza de la muerte de su marido donde es presentada como una heroína”, expone Sabah Abdel-Razek, directora del Museo Egipcio de El Cairo en una entrevista en exclusiva para La Vanguardia.
Neferusobek fue la siguiente y reinó durante cuatro años (1777 a 1773 a.C.), pero tampoco existen datos precisos sobre su reinado salvo la rivalidad con su hermano para ascender al trono, que se zanjaría con la muerte de éste.
Por su parte, “Nefertiti ha sido siempre adorada porque sabemos muy poco de ella, apenas gobernó unos meses (1340 a.C.) hasta que fue sucedida en el trono por su yerno Tutankamón, por entonces un niño de unos 8 años de edad. El hallazgo de la momia de Tutankamón engrandeció también la figura de esta reina”, resalta Abdel-Razek. Por último, Tausert fue la quinta y última reina y también gobernó por un breve periodo de dos años (1188 a 1186 a.C).
Todas ellas, Hatshepsut incluida, tuvieron que afrontar la continua presión de gobernar en una corte eminentemente misógina y de ser sucedidas por un heredero varón. A pesar de ello, Hatshepsut consiguió gobernar durante más de dos décadas de esplendor de Egipto y mantener una paz apenas perturbada por pequeñas escaramuzas con otros pueblos fronterizos, saldadas siempre con victoriosas campañas militares, lo que da muestra de su enorme habilidad para mantener el equilibrio con las diferentes esferas de poder y conseguir la aceptación de su pueblo.
Ascenso al poder
Hatshepsut era una de los cuatro hijos de Tutmosis I y la gran esposa real Ahmose, pero sus tres hermanos fallecieron antes de llegar a la edad adulta, por lo que su padre, a quien se le atribuye la mayor expansión de Egipto de la época, la nombró legítima heredera al trono, algo que en el Antiguo Egipto solo era posible en el caso de que no hubiera un heredero varón.
Pero eran muchos los prejuicios de los altos funcionarios de la corte ante el hecho de ser gobernados por una mujer. De ese modo, un complot urdido por el primer magistrado y por el arquitecto real consiguió que fuera nombrado faraón Tutmosis II, nacido de la relación de Tutmosis I con otra de las mujeres de la corte y, por consiguiente, hermanastro de Hatshepsut. De ese modo, ella, descendiente directa de faraones, legítima heredera y portadora del título de “Esposa del Dios”, hubo de conformarse con convertirse en gran esposa real de su hermanastro.
Un matrimonio que solo tuvo una hija, la princesa real Neferura y que duró trece años, hasta la muerte de Tutmosis II en 1479 a.C. Dado que el mayor de los dos hijos habidos con otra mujer, el futuro Tutmosis III, era demasiado pequeño para gobernar, Hatshepsut pudo asumir la regencia. Desde ese puesto supo aprovechar todo lo aprendido de su padre y negociar hábilmente con el alto funcionario Djehuty, con el sumo sacerdote y visir Hapuseneb y el segundo sacerdote de Amón, Senmut, que años después sería nombrado arquitecto de la Reina, garantizándose así el apoyo del poderoso clero de Amón para mantenerse en el poder hasta el punto de que, cuando Tutmosis III fue nombrado faraón, ella siguió manteniéndose en el trono como corregente del Alto y el Bajo Egipto.
Durante su largo reinado no dudó en poner en marcha cuanto fuera necesario para legitimar su derecho al trono. Desde reforzar su origen divino, haciéndose llamar MaatKaRa que significa “El espíritu de Ra es justo”, nombrándose como Hatshepsut-Jenemetamón, o “La primera de las nobles damas unida a Amón” en algunos monumentos en los que aparecía su imagen, o vistiendo los atributos de los faraones hombres: el tocado, la La primera de las nobles damas unida a Amón y la falsa barba, sin mostrar rasgo femenino alguno.
22 años de esplendor
Con el apoyo de los sacerdotes, dedicó su reinado a la construcción y restauración de templos y otras obras. Se atribuyen a su periodo la construcción de la Capilla Roja en Karnak, los obeliscos de mayor tamaño construidos hasta el momento, y el templo funerario Dyeser-Dyeseru (el sublime de los sublimes) en Deir el-Bahari. Fue allí donde, finalmente, tras 3.000 años desaparecida, Hatshepsut fue encontrada y devuelta a su lugar en la Historia.
Su relación con el arquitecto Senenmut fue muy estrecha y se le atribuye la posible paternidad de su hija Neferura, sospecha acrecentada al poner a su hija bajo su cuidado.
En este periodo de esplendor Hatshepsut tuvo que afrontar seis campañas militares, obteniendo la victoria en todas ellas. En las dos últimas, Tutmosis III dirigió las tropas alzándose como “Rey Guerrero”, lo que supuso el resurgimiento de su influencia en palacio y el principio del declive del poder de Hatshepsut.
Trágico final
Con el creciente poder de Tutmosis III, la reina sufre la pérdida de todos sus apoyos y seres queridos en el plazo de un año, desde el representante del clero, Hapuseneb, cuyo favor tenía; su apreciado arquitecto Senenmut; y su hija, la princesa Neferura. Abatida, Hatshepsut decide retirarse de la esfera de poder, permitiendo que el faraón Tutmosis III gobierne con libertad.
La reina más importante del Antiguo Egipto falleció en la soledad de su palacio de Tebas. Tras su muerte, los monumentos y grabados con su figura y nombre sufrieron una campaña de destrucción con el objeto de borrar su rastro de la Historia. Las primeras teorías de esa persecución giran alrededor de una acción emprendida por Tutmosis III para evitar que familiares de Hatshepsut pudieran reclamar el trono por descender de una reina con orígenes divinos, aunque investigaciones posteriores han demostrado que la operación se llevó a cabo de forma paulatina, sobre todo durante las dinastías XIX y XX.
Tras Hatshepsut, las reinas Nefertiti y Tausert sufrieron también trágicos finales y persecuciones de su memoria. Pero a pesar de los esfuerzos de aquellos que tuvieron interés por hacerlas desaparecer, la labor de los investigadores permitió devolverlas al lugar que les corresponde en el desarrollo de la Humanidad.
Transcurridos algo más de 33 siglos desde su muerte, el arqueólogo Howard Carter halló en 1903 el sarcófago de Hatshepsut, en la vigésima tumba descubierta en el Valle de los Reyes (la KV20), con la desagradable sorpresa de que la momia de la reina no estaba en su interior. En 2005, Zahi Hawass, director del Egyptian Mummy Project, inició una nueva investigación que, por fin, resolvería el misterio del paradero del cadáver de Hatshepsut, al centrarse en la identificación de una momia, denominada KV60a, que había sido desempolvada más de un siglo antes.
Descubierta sin ataúd y sin los tesoros que acompañaban a todos los faraones, el cuerpo se hallaba en una postura relevante: el brazo izquierdo estaba doblado en la posición típica de las reinas difuntas. La clave para su identificación fue que carecía de un molar, que resultó coincidir con otro que, sin duda alguna, pertenecía a la reina y que, tras las pruebas de ADN, fue clave para poder confirmar la identidad de la momia de Hatshepsut. Este hallazgo arqueológico, anunciado en 2007, fue calificado por algunos como el más importante desde que Howard Carter halló la tumba de Tutankamón en 1922.
Actualmente, Hatshepsut es el eje central de una de las dos salas de Momias Reales del Museo Egipcio de El Cairo, con placas en árabe y en inglés que la proclaman como Hatshepsut, “La Reina Hombre de Egipto”.
Se dice que la Historia la escriben los que ganan, pero nadie gana para siempre. También se dice que la Historia pone a cada uno en su lugar y, en este caso, así ha sido. Los arqueólogos tuvieron conocimiento de su existencia mucho antes de encontrar su cuerpo momificado, pero la persecución de la que fue objeto, unida a sus logros, permitió reconstruir ese vacío en el tiempo con el mito de la reina cuyo recuerdo quisieron borrar. Hoy, la figura de Hatshepsut ha sido restituida como una de las legítimas ocupantes del trono del Antiguo Egipto.
by Anna Tomàs