Algo está cambiando en Detroit. Su floreciente corriente artística ha invadido las calles y está transformando la imagen de esta ciudad con propuestas estimulantes, refrescantes y llenas de energía.
Cual ave fénix, esta gran urbe hace lo imposible por dejar atrás una época de decadencia y renacer valientemente de sus cenizas. Por algo el lema de la ciudad es: «Speramus meliora; resurget cineribus» (“Esperamos cosas mejores; Resurgirá de las cenizas”). La que a principios del siglo XX fue la capital automovilística del mundo, conocida como la “Motor City” y “el París del Oeste”, y también lugar de nacimiento de la revolucionaria discográfica Motown, (abanderada por artistas de la talla de Marvin Gaye, Diana Ross o Michael Jackson) sufrió un colapso de la industria a partir de los años 70, creando graves problemas sociales, económicos y raciales.
La ciudad ha pasado de 1,85 millones de habitantes en 1950 a la mitad de la dicha población en la actualidad, componiéndose de 82% de afroamericanos, un 8% de caucásicos y un 7% de hispanos. Basta con ver la película 8 millas, protagonizada por el rapero Eminem, para hacerse una idea de los problemas de pobreza y criminalidad que ha atravesado la ciudad post-industrial. Sin embargo, una de las ventajas de tocar fondo para una ciudad, al igual que para una persona, es que a partir de ahora las cosas sólo pueden ir a mejor.
Los artistas, el motor del cambio
Alquileres baratos y un espíritu pionero urbano están atrayendo a jóvenes artistas. En pocas ciudades un artista pagaría 600 dólares al mes por un estudio de más de 100 metros cuadrados como los que ofrece el edificio Russell Industrial Center de Detroit. La vibrante escena artística comprende actualmente más de 80 galerías que se han acondicionado haciendo uso del infrautilizado espacio industrial y de los edificios abandonados.
Tal es el caso de la 555 Gallery and Studios, una antigua comisaría de Policía que sirve hoy como galería y estudio para artistas. Otro ejemplo de cambio es el Proyecto Heidelberg que el artista Tyree Guyton ha llevado a cabo desde 1986, transformando un barrio marginal en un museo al aire libre. El espectador contempla relojes colgados de los árboles, casas decoradas con enormes puntos de colores u objetos encontrados, como peluches, que provocan una sonrisa. Más de 200.000 personas lo visitan cada año.
Cada vez más, hermosos murales y espectaculares grafitis invaden la ciudad de colorido y de esperanza como en el caso del “Grand River Creative Corridor “que ha creado un impacto muy positivo en toda la comunidad. La actividad creadora no para de bullir, evolucionar y experimentar, acercando el arte a la calle a través de performances o instalaciones. Detroit se une a la senda abierta por ciudades como Berlín, Glasgow o Ciudad de México, experimentando un renacimiento en mano de los artistas.
Detroit Institute of Arts
Un gran exponente del patrimonio cultural de Detroit es el Detroit Institute of Arts. Este museo se erige como uno de los más importantes de Estados Unidos con una colección de arte valorada en más de un billón de dólares. Fundado en 1885, en un magnífico edificio, comprende obras desde el arte prehistórico hasta el siglo XXI, provenientes de todo el mundo. Entre sus más de 60.000 obras de arte se encuentran el fresco Detroit Industry del artista mexicano Diego Rivera, que el propio artista consideró como su trabajo más logrado, y un autorretrato de Vincent van Gogh que fue la primera pintura del artista holandés que formó parte de la colección de un museo estadounidense. En el año 2000, el museo expandió su colección de arte afroamericano creando el Centro General Motors de Arte Afroamericano. Sin dejar de adaptarse a los cambios, el DIA sigue adquiriendo obras de artistas contemporáneos, lleva a cabo conferencias frecuentemente y acoge numerosas instalaciones artísticas.
Paisaje urbano
La reconocida planificadora urbana Toni Griffin fue contratada para ser la nueva directora de planificación de la ciudad y para iniciar los trabajos que reducirán el tamaño de Detroit. Con ello, el actual Alcalde Dave Bing pretende demoler propiedades para encoger la ciudad, reubicando algunos residentes en barrios que todavía pueden ser rehabilitados, y apoyar iniciativas para transformar o reutilizar la infraestructura con la que ya cuenta la metrópoli. Se busca también incentivar las nuevas industrias de tecnología verde como vehículos eléctricos, baterías y paneles solares. El cambio es palpable y la gente se siente ilusionada por el hecho de que la urbe deje de ser una ciudad fantasma plagada de ruinas y edificios abandonados. Los viejos edificios de la ciudad están siendo transformados en lofts, condominios y unidades residenciales de lujo. Se ha llevado a cabo la reforma de muchos edificios históricos, estilo victoriano, Art Decó, o del nuevo renacimiento Francés del segundo imperio como la Casa de Frederick Butler (construida en 1882).
Grandes cadenas hoteleras se están interesando en restaurar edificios tradicionales para habilitarlos como hoteles. Se ha realizado también una reestructuración del paseo principal junto al río. Y, aunque a algunos les cueste creerlo, poco a poco comenzarán los trabajos de reforma de la antigua estación central de trenes de Michigan, ubicada en un mayestático edificio neoclásico y víctima de un lamentable abandono. La Michigan Central Train Station ha pasado milagrosamente de ser una deprimente ruina a una atracción turística presente hasta en el estampado de camisetas. Abren nuevos restaurantes como el famoso Slows Bar BQ, y otros muchos con oferta de comida vegetariana y vegana, hostales para jóvenes al módico precio de 18 dólares la noche, tiendas de música, boutiques vintage, cafés de anime japonés, discotecas con sesiones de dj’s que rejuvenecen la ciudad donde nació el techno, bares speakeasy que sirven deliciosos cócteles e incluso parques urbanos. Todo ello se unen a la gran oferta de teatros y museos que brinda Detroit. Nadie pude dudar que la ciudad esté adquiriendo un fuerte dinamismo.
Huertos urbanos
Cuando se produjo el éxodo tras la crisis de la industria automovilística, los pocos habitantes que quedaron, sumidos en la desesperación del desempleo, se dieron cuenta de que podían auto sostenerse plantando un huerto en el jardín abandonado de la casa. La experiencia animó a la gente a cultivar de forma conjunta en los parques abandonados y fábricas a modo de cooperativas, consiguiendo revitalizar el comercio e incrementando su calidad de vida.
El suelo vacante de Detroit ahora es propiedad de la ciudad y, por ello, algunas fundaciones y proyectos locales como The Greening of Detroit, Detroit Eastern Market, Earthworks Urban Farm o Urban Farming llevan años trabajando e implementando ideas sostenibles con el objetivo principal de mejorar la calidad de vida de los residentes de Detroit, incentivando la agricultura urbana en dicho suelo. Incluso las escuelas se están volcando en estos proyectos, procurando no sólo productos de calidad y necesarios, sino creando lazos entre la comunidad y nuevas oportunidades para jóvenes que contemplan el futuro con pocas esperanzas. Esta vuelta a la agricultura surge como una nueva posibilidad para hacer de Detroit una ciudad verde preocupada por un desarrollo responsable que haga florecer y prosperar la región.
Nueva identidad
Los habitantes de Detroit son todo un ejemplo de cómo afrontar las adversidades y saber reinventarse con pocos medios. Desde siempre fueron gente trabajadora que luchó por innovar y agitar a las masas. Lo que suceda con esta urbe en el futuro podrá determinar un ejemplo para otras muchas ciudades que se hallen en una situación similar. Se abren nuevos horizontes y Detroit supone una nueva oportunidad para cualquier joven emprendedor, ya que los costes para empezar un negocio son mucho más bajos que en Chicago o Nueva York.
El establecimiento de museos, la ocupación de edificios abandonados o el colorido sembrado en las paredes de la ciudad son medios excelentes para que los artistas y amantes del arte puedan crear una dinámica positiva que logre regenerar la imagen severamente dañada de la ciudad. Llega una nueva era.
Credits: publiqué una versión de este artículo en Viajar, suplemento mensual de La Vanguardia