La Alemania más bucólica y exquisita funde los palacios del rey Luis II con una naturaleza deslumbrante, salpicada de cientos de lagos
“La primera vez que vi el Rin, con cálidas lágrimas en los ojos, yo, pobre artista, juré fidelidad a mi patria alemana”, escribió en su diario Richard Wagner, el compositor favorito del rey Luis II de Baviera. Melancólico, excéntrico y apasionado por el mundo del arte, el legado de este monarca en forma de castillos inspiró incluso a Walt Disney para la creación de la fortaleza en la que vive la Bella Durmiente. Neuschwanstein, al igual que los otros dos palacios que Luis II hizo edificar, se encuentra ubicado en un paisaje de ensueño, con bosques, ríos y lagos al pie de los Alpes.
Baviera, además, cuenta con una increíble y extensa oferta cultural que incluye más de 100.000 monumentos arquitectónicos, más de 1.200 museos y colecciones, y 40 teatros y óperas de primer nivel.
Las rutas turísticas habituales ofrecen la posibilidad de conocer la región a través de sus castillos y montañas, con la denominada Ruta Romántica y la Ruta de los Castillos como las más populares, aunque también están las rutas del Cristal, de la Porcelana, de Sisí Emperatriz, la de iglesias y monasterios, la de los mercados de Navidad… y la ruta Alpina, una de las más amplias y diversas, con el macizo de los Alpes de Algäu, el piedemonte alpino de la cara norte y los más de 200 lagos que lo puntean como grandes atractivos.
No son, en absoluto, rutas excluyentes, sino complementarias, ya que es imposible recorrer cordilleras y lagos sin disfrutar de la magna presencia de los castillos más legendarios, como el de Neuschwanstein. Émulo del Rey Sol, que convirtió un pabellón de caza de Versalles en un palacio sin parangón, Luis II quiso dos siglos después erigirse como un monarca de igual poder mandando construir una obra similar. Una de las excursiones más famosas de Baviera es precisamente la que lleva desde ese castillo de cuento de hadas hasta el de Hohenschwangau, a orillas del lago Alpsee, lugar de residencia del llamado “rey loco” o “rey cisne” durante su infancia y donde compartió juegos con su prima Sisí, princesa bávara antes de convertirse en emperatriz de Austria por su matrimonio con el emperador Francisco José I.
Lagos y senderismo
Las opciones son muchas y muy diversas, aunque la población local, la que obviamente ha explorado más y mejor las diversas posibilidades, señala como uno de los imprescindibles el lago de Starnberg, que con casi 60 km2 de extensión es el segundo más grande de Baviera y uno de los más accesibles desde Múnich.
Además se halla a tan solo unos sesenta quilómetros del coqueto y bucólico castillo Linderhof, con jardines geométricos engalanados con fuentes y estatuas. Una especie de Petit Trianon, como el de Versalles, que Luis II mandó construir incluyendo una gruta con lago, bautizada como Gruta de Venus por la que le gustaba navegar y que Ludovico Visconti inmortalizó en la película Ludwig.
Alguna de las leyendas tejidas alrededor de la figura del monarca considera ese lugar como premonitorio de su muerte por ahogamiento, ocurrida precisamente en el lago Starnberg, junto a su psiquiatra.
Cerca de Starnberg se halla también un conjunto formado por una veintena de pequeños lagos. Los más populares son el Sengsee, el Fohnsee, el Eishausee y el gran Gartensee.
A poco más de una hora en coche desde esa zona, el lago de Tegernsee es famoso por sus balnearios y por ser el lugar elegido por la familia real bávara como residencia de verano y por la aristocracia y burguesía local como lugar de descanso.
Algo más al este, el lago de Chiem, conocido como el mar de Baviera por ser el mayor de la región, alberga en una de sus islas otro de los palacios que mandó edificar Luis II, Herrenchiemsee, también en homenaje a Versalles. Para visitarlo puede tomarse una embarcación en el pueblo de Prien am Chiemsee, a orillas del lago.
En esta pequeña selección de alto valor paisajístico, patrimonial y deportivo tampoco pueden faltar el lago Walchen. “Sus aguas de un increíble color turquesa reflejan los arboles de las montañas que lo rodean. Nada como tomarse un spritz en una de las terrazas situadas a orillas del lago y disfrutar de la majestuosidad del paisaje”, señala Maria Gruber, profesora y periodista nacida en Alta Baviera. El lago Walchen ofrece también la posibilidad de practicar varios deportes náuticos.
El lago Eib se encuentra justo debajo del Zugspitze, la montaña más alta de Alemania con 2.962 metros, a la que los aficionados al montañismo pueden ascender sin demasiadas dificultades y cualquier turista con el teleférico que sube a la cima.
Otra visita imprescindible es la del lago del Rey o Königssee, con una impresionante semejanza a un fiordo y a cuya orilla se encuentra la capilla de hielo (Eiskapelle), una espectacular gruta helada.
Los amantes de la historia también pueden visitar en los alrededores el Nido del Águila (Kehlsteinhaus), refugio bávaro de Hitler y uno de los pocos edificios vinculados al nazismo que se conservan en Alemania.
La ruta de los lagos bávaros de ensueño no se detiene aquí si tenemos en cuenta que en este land alemán hay más de 200 lagos con una superficie superior a las tres hectáreas, con lo que las sorpresas visuales pueden asaltar al visitante en cualquier recodo de la carretera.
Navegación y gastronomía selecta
En la mayoría de los casos, las rutas por la orilla de los lagos incluyen carriles bici o rutas específicas para bicicleta de paseo o de montaña, otra de las prácticas comunes con oferta de alquiler.
Por supuesto, muchos de estos idílicos paisajes pueden recorrerse también en barca o en pequeñas embarcaciones, lo que permite descubrir relajada y confortablemente las ciudades y pueblos bávaros, muchos de ellos con pintorescos barrios de origen medieval.
La navegación a vela es una opción más limitada y exclusiva, pero también viable. Como el patín a vela sobre el hielo -limitado, obviamente, a los meses de invierno- o el patinaje sobre hielo en las zonas heladas.
La gastronomía es otro de los atractivos de este land, ya que hasta los pueblos más pequeños suelen disponer de diferentes locales de restauración, desde pequeñas cervecerías a restaurantes con platos típicos, como el schweinshaxe, codillo de cerdo asado con puré de patata y col roja con manzana; la leberknödelsuppe, una sopa acompañada de albóndigas de hígado de ternera; o un delicioso goulash de ternera (rind) o de ciervo (hirsch). Un buen tentempié son las tablas de embutidos y quesos de la zona (brotzeitbettl), acompañadas de pan recién horneado. No hay que dejar de probar tampoco las salchichas asadas de Núremberg (Nürnberger Bratwürstl o Rostbratwürste). Como su nombre indica, son las salchichas típicas de esa ciudad ubicada a unos 170 km al norte de Múnich. De pequeño tamaño, entre siete y nueve centímetros, se sirven asadas o a la parrilla en raciones de hasta doce unidades. Muchos las consideran las salchichas más antiguas de Alemania, ya que aparecen citadas en documentos que datan de principios del siglo XIV. En los restaurantes, suelen servirlas con ensalada de patatas, chucrut y mostaza.
Para paladares selectos, la oferta va desde la carta del restaurante Überfahrt, en la localidad de Rottach-Eggern, que con sus 3 estrellas Michelin ofrece las más exquisitas especialidades locales a orillas del lago Tegernsee, a los platos de trucha ahumada que ofrecen las pescaderías de Münsing, pescadas directamente en el lago de Starnberg. Otros grandes restaurantes de la zona son precisamente los de dos hoteles de gran lujo, el Hotel Residenz Neinz Winkle en Aschau im Chiemgau, muy cerca del lago Chiem, y el Das Tegernsee, ubicado en el castillo Sengerschloss, de estilo Art Nouveau.
Nieve con caché
Puede que no sean más blancas pero brillan más que las otras. Algunas estaciones de esquí de esta zona y sus alrededores se caracterizan por haber atraído, desde siempre, a personalidades y acontecimientos que las ubican en la cúspide de los destinos de invierno.
Pocas cadenas de montañas pueden presumir de concentrar tanto paisaje nevado como los Alpes. Es precisamente en su ladera bávara que encontramos Garmisch-Partenkirchen, santuario de este deporte. Encumbrada por la montaña más alta de Alemania, el Zugspitze, la paz de la zona contrasta a la perfección con el frenesí de la actividad en las pistas, donde se celebra el campeonato de saltos de esquí cada 1 de enero. “En estas pistas hemos visto esquiar y patinar desde Errol Flynn a Claudia Schiffer, Mariah Carey, Demi Moore y Kevin Costner”, explica Andrea Albrecht, entrenador de esquí alpino en la estación de Garmisch-Partenkirchen.
En Baviera, sin duda, la célebre frase alemana Aller guten Dinge sind drei, Todas las cosas buenas vienen de tres en tres, demuestra su razón de ser.
by Anna Tomàs