Mi amistad con Víctor Fernández tiene ya casi una década. Le conocí siendo Responsable de Comunicación de Columna, Planeta y Destino. Aún me acuerdo de un día en que vendí una exclusiva de Josep Pla a otro medio y me llamó y me contó su pasión por el genio que tecleó Els homenots, las obras con las que aprendí a hacer retratos en prosa.
Se suman muchas conversaciones, comidas en cuarteles generales italianos o filete ruso en mano, viajes a Granada, regalos traídos de la Huerta de San Vicente, muchos libros que lucen en mi casa y viajes de prensa compartidos.
Amigo del alma
Hace un año, aproximadamente, me contó de su proyecto de traducir las cartas de Dalí al gran Picasso… aún me viene a la cabeza el pasado julio, cuando aún el libro estaba por escribir (aunque la investigación de Víctor siempre es sumamente exhaustiva, más que sólo intuitiva), y estuve en el Hermitage en San Petersburgo y vi los primeros cuadros del pintor malagueño.
En agosto, junto a Mónica Sálazar, empezó la aventura de traducir al no siempre fácil francés de Gala y Salvador Dalí. Tras Mónica, fueron muchos los retoques y el pasito a pasito de traducir a Dalí sin caer en incomprensiones de un “Macagundeu”, por ejemplo.
Así se tradujo este enorme libro del que me siento tan orgullosa… repercusión internacional y una oportunidad única de colaborar en tal obra de arte: Picasso y yo.
Carta de Salvador Dalí a Federico García Lorca (1928):
Picasso ha muerto en lo que a mí concierne: él se había convertido en mi padre y yo tenía por ambición subconsciente el deseo de engañar a mi padre, de matarlo.