¿Eres de los que alguna vez han visitado los lugares más emblemáticos y fotografiados de Lisboa o todavía no conoces la capital lusa? En uno y otro caso, este es el momento ideal para que descubras la Lisboa más auténtica
Para vivir esta ciudad tal como lo hacen sus gentes, nada como alejarse un poco del foco turístico por antonomasia (zonas de Chiado, Bairro Alto, Baixa o Alfama) y moverse por donde lo hacen los autóctonos; más de una grata sorpresa te encontrarás. Además, estamos en junio, la ciudad ya respira verano y lo celebra por todo lo alto con sus Festas de Lisboa, en honor al patrón Santo António, unas celebraciones que tienen lugar durante todo el mes, desde el día 1 hasta el día 30.
Alójate por la zona de Intendente, una parte de Lisboa que cumple a la perfección con los parámetros presupuestos de ciudad decadente y bella por igual, en un barrio que está en pleno renacimiento, que tiene una vida interior que no te imaginarías hasta que la veas y donde podrás mezclarte con facilidad con los lisboetas. Tiendas vintage (retroxcoisasvintage.blogspot.com.es), cafés con un toque hipster (O das Joanas) en los que sencillas ensaladas acompañadas de pataniscas de bacalhau –una especie de buñuelo de bacalao aplastado- son auténticas delicias, e incluso lugares de moda de lo más cool para el ocio nocturno que, además de ser foco artístico y cultural del barrio (casaindependente.com) en lo que parece un edificio abandonado, conforman el paisaje que encuentras en Largo do Intendente, la plaza que se convierte en neurálgico punto de encuentro en cualquier momento del día. Entra y maravíllate en A vida portuguesa (avidaportuguesa.com), una cucada de tienda en la que los productos lusos superan el listón de típico suvenir para elevarse a la categoría de imprescindibles.
Dirígete hacia el sur de la plaza, dirección Martim Moniz, por la avenida Almirante Reis o, mucho mejor, callejeando por la más auténtica rua do Benformoso. En el número 59 de esta calle se encuentra un restaurante (“o chinês clandestino”) cuya fama es tal que incluso le hace aparecer en la red a pesar de su condición furtiva, circunstancia que los vecinos no solo no reprueban, sino que suelen ayudar al despistado visitante a encontrar este establecimiento cuyas raciones son muy generosas tanto en sabor como en cantidad.
Cuna del fado
Una vez llegados a Martim Moniz desde Intendente, nos queda a la izquierda el barrio de Mouraria, bajo la colina en la que se erige el Castelo de São Jorge. Mouraria, una de las barriadas que más viven las fiestas de Lisboa, con todos sus vecinos paseando por callejas y pequeñas placitas repletas de gente en las que suena la música mientras se asan sardinhas y se rellenan bocadillos de bifana –carne de cerdo adobada y guisada-, está considerada como la cuna del fado y sus calles están llenas de referencias, hasta veintidós, a sus más famosos cantantes de este género. Pasea por la rua do Capelão, cuyas paredes lucen retratos de sus fadistas más importantes, en una suerte de “paseo de la fama”. En el lado opuesto a los retratos, un pequeño local llamado Os amigos da Severa, en referencia a la cantante Maria Severa, sirve ginjinha, un licor tan típico como los pastéis de nata, hecho a base de guindas y aguardiente. ¡No dejes de probarlo!
¿Tras un rato de fiestas y folclore te apetece una copa? Estás cerca del lugar ideal. Vuelve hacia Martim Moniz y busca el más alto edificio (una pista: es un feo centro comercial). En la sexta planta se encuentra Topo (topo-lisboa.pt), uno de los locales de referencia tanto por las maravillosas vistas sobre la ciudad que su terraza nos regala como por su oferta culinaria y sus cócteles, en un ambiente moderno y relajado. Si os gustan los toques cítricos, su Gin Garden mejorará cualquier gintonic que hayáis probado, y si queréis algo fresco sin alcohol, la limonada es excelente. La carta es extensa, así que tus apetencias quedarán cubiertas a buen seguro.
Segundo día en la ciudad
Amanece en Lisboa, así que cálzate algo cómodo y desayuna en Largo Café Estudio, en Largo do Intendente; nada mejor para empezar el día que su espumoso zumo de naranja. Después, dirígete hacia la plaza del Marqués de Pombal, primer ministro y notable reformista en 1755, año del gran terremoto que asoló Lisboa, tras el cual dispuso todo lo necesario para que fuera reconstruida en menos de un año. Si lo prefieres, puedes llegar en metro, pero aunque te ahorrarás varias cuestas y algún que otro resoplido, también te perderás la paleta de colores de las casas más populares que encontrarás a tu paso por cualquiera de las calles que atravieses.
Sigue hacia arriba por la Alameda Edgar Cardoso, y llegarás a la Estufa Fría, en el Parque Eduardo XVII, un precioso jardín botánico en el que darte un respiro inmerso en la belleza natural de tres espacios distintos. Una vez recuperado el aliento, sal de la Estufa y sube un poco más, hasta la Alameda Cardenal Cerejeira, desde donde podrás divisar una de las panorámicas más conocidas de la ciudad, la que se ve desde el mirador del parque. Cruzando la calle, los jardines de Amália Rodrigues recuerdan a la “reina del fado”.
Y como todo lo que sube, baja, ahora toca la parte más fácil del camino. Toma la avenida António Augusto de Aguiar y en muy poco tiempo llegarás a la Fundación Calouste Gulbenkian, que alberga un museo con alrededor de seis mil piezas de arte antiguo y moderno oriental y europeo (unas mil de ellas, expuestas al público) rodeado de unos jardines ¡con wifi! en los que podrás, incluso, disfrutar de un apacible pícnic. Pero si no has traído lo necesario para una comida campestre, no te preocupes, porque estás muy cerca de un restaurante imprescindible. En la avenida Conde de Valbom, 71, encontrarás el Restaurante Laurentina, o Rei do Bacalhau, cuya cocina no cierra a mediodía, algo ideal cuando viajas y se te va el santo al cielo en cuestión de horarios. El nombre del restaurante podría resultarte pretencioso, más cuando lo ves escrito sobre una silueta de bacalao que se balancea, pero que no te engañen las apariencias: nada tienen de pretenciosas sus artes culinarias. Probar el bacalao en un templo como este se hace imperioso, lo difícil es elegir cuál. Recomendación: bacalao a Brás, un clásico de la gastronomía portuguesa a base de bacalao desmigado, cebolla, patatas paja, huevo y olivas negras. Doble recomendación: comparte el plato, porque en caso contrario y teniendo en cuenta la generosa ración que te van a servir, serás incapaz de moverte en toda la tarde.
Vistas y mucho más
Si has seguido el consejo y el pecado de la gula no se ha apoderado de ti, es hora de volver y, ahora sí, el sol pega fuerte, así que coge un taxi o baja al metro (línea roja hasta Alameda y cambia a la verde hasta Anjos). En Anjos toma la rua de Angola hasta la placita de la Novas Naçoes. A la izquierda, encamínate por la rua Ilha do Príncipe, hasta pasado el demacrado edificio del número 7. Justo ahí se inician unas escaleras que no tienen señalización acerca de su destino, pero que vale la pena subir (ojo, hazlo de día, de noche puede resultar un tanto peligroso, ya que no están iluminadas). Tómate el tiempo necesario para ascender, que esto no es ninguna carrera, pero al llegar a la cima verás que la recompensa bien vale el esfuerzo realizado: has llegado al Miradouro do Monte Agudo, un mirador que sólo los lisboetas de la zona conocen, un lugar tranquilo en el que relajarte con la ciudad a tus pies, tomando una limonada (créeme que vas a necesitar refrescarte) y leyendo, hasta que caiga la tarde, alguno de los libros que dejan quienes practican el bookcrossing.
Otra opción igualmente muy recomendable para el atardecer pasa por acercarte un poco al centro, atravesar la plaza Rossio y subir por las calles más comerciales hasta el Convento do Carmo, que fue derruido por el terremoto, pero cuyas ruinas acogen hoy en día el Museo Arqueológico do Carmo. Bajando la travesía Dom Pedro de Menezes se puede rodear el convento, en cuya parte posterior los propietarios de Topo (el de Martim Moniz) han abierto una gran terraza a diferentes alturas en la que el sonido causado por el movimiento de agitar las cocteleras pasa inadvertido mientras suenan los éxitos más reconocidos en su versión chill-out. A la derecha, verás a las decenas de turistas que han hecho cola y han pagado para subir apretados al elevador de Santa Justa, un hasta ahora imprescindible, ya que las vistas son las mismas de donde estás, Castelo de São Jorge mediante.
Para cenar, vuelve sobre tus pasos hasta Intendente mientras deliberas qué te apetece. En caso de decantarte por algo contundente y con carne de primera calidad como protagonista, la Adega dos Arcos-Cova Funda Intendente (travesía do Cidadão João Gonçalves, 20A) es tu lugar. Parrilladas, entrecots, costillas… todo en raciones enteras o medias raciones (ten en cuenta que las enteras son de tamaño descomunal), además de arroces, bacalao en sus múltiples variantes y pescados a la brasa. Comida casera sin pretensiones pero de éxito asegurado.
Si por el contrario piensas que estás en Lisboa y que no puedes marcharte de aquí sin probar el mejor marisco, la Cervejaria Ramiro (Almirante Reis, 1-H) cumplirá con todas tus expectativas. Ten en cuenta que no reservan mesa, así que a menos que vayas muy pronto tendrás que guardar turno, pero que eso no te desanime, porque la experiencia gustativa bien lo vale. Hay muchas otras marisquerías en la zona, incluso en la misma manzana, pero ninguna con el producto de calidad que sirven aquí.
Para cerrar el día, es probable que estés tan cansado que el volver a acercarte a las fiestas populares de Mouraria o las de Bica (después del trajín del día, Bica queda a una distancia que te parecerá un mundo) se te antoje como lo menos apetecible. No importa, porque pasar un rato en cualquier terraza en Largo do Intendente antes de ir a dormir te hará sentir que sí, que esta Lisboa que no aparece en las guías ya es un poco tu Lisboa, y que algo tienen estas calles que te harán volver muy pronto.
Credits: publiqué una versión de este artículo en el magazine de eDreams.
Una descripción que enamora de Lisboa, su gente y su gastronomia
Encantador reportaje