Este color ha sido crucial desde principios del siglo pasado por sus connotaciones de reivindicación, poder y glamur
1949, París. Christian Dior da un paso más en su voluntad de embellecer a la mujer: vestir su sonrisa. Tras haber revolucionado el mundo de la pasarela dos años antes con el llamado New Look, una nueva silueta con hombros suaves, cinturas ajustadas y faldas largas, y después de haber lanzado al mercado la fragancia Miss Dior, este legendario diseñador y empresario francés crea un pintalabios rojo, de edición limitada, que regala a las clientas de su boutique, en el número 30 de la parisina Avenue Montagne, para que lo luzcan en las fiestas de fin de año. De nuevo, como en 1947, obtiene un éxito rotundo y causa tal sensación que se autoimpone aplicar al maquillaje la misma perfección que exige a su costura.
Tres años después, en 1953, nace el icónico Rouge Dior. Ataviado con un lujoso capuchón en forma de obelisco, como homenaje al monumento de la famosa plaza de La Concorde en la capital francesa, solo se puede adquirir en su tienda parisina, pero por poco tiempo. El imperio de los pintalabios rojos Dior pronto se amplia a ocho tonos, que van del rojo más profundo a un rojo anaranjado pero con viveza, “especialmente escogidos para adaptarse en armonía a cada carnación, cada color, cada tela, cada hora”, decía este creador que siempre quiso completar su ideal de la belleza a todos los niveles. En pocos meses, esta gama de labiales se convierte en súper ventas a nivel internacional.
Mientras él veía en el rojo el color de la vida, sin prestar atención a lo que había significado en la primera y segunda década del siglo XX, actualmente son muchas las mujeres y celebrities, como Emma Watson, Alexandria Ocasio-Cortez, Taylor Swift o Angelina Jolie, las que lo emplean para verse atractivas, pero “especialmente para sentirse fuertes y seguras. No necesariamente de cara a los demás. Se trata más bien de una necesidad de hacerse visibles y relevantes”, explica el experto en márquetin y docente en este campo, Gabriel Palacios. Le secunda Eliecer, maquillador oficial de la firma Guerlain en nuestro país: “En esta situación actual de ir con mascarilla, no hay nada más espectacular y único que, al quitártela, mostrar unos labios rojos que hablan por si mismos sentenciando: No tengo miedo, sigo siendo la misma. Fui, soy y seré una mujer poderosa, elegante y sofisticada”.
“Adolf Hitler odiaba el lápiz labial rojo. Durante la Segunda Guerra Mundial los labios rojos eran sinónimo de audacia y de valentía. En los países aliados, llevarlo se convirtió en un signo de patriotismo y toda una declaración contra el fascismo”, explica Rachel Felder, autora del libro Red Lipstick: An Ode to a Beauty Icon.
El motivo se remonta a 1912, cuando muchas mujeres, encabezadas por Elizabeth Cady Stanton y Charlotte Perkins Gilman, se manifestaron en pro del movimiento sufragista frente al salón de Elizabeth Arden en Nueva York. La fundadora de la marca de cosméticos, que acababa de abrir su negocio hacia apenas dos años, era también una declarada defensora de los derechos de las mujeres y se alineó con la causa entregando gratuitamente muestras de pintalabios en rojo brillante a las que luego fueron apodadas sufragettes. Para Stanton y Perkins Gilman, ese color era el idóneo para escandalizar a los hombres, adoptándolo como un signo de rebelión y de liberación de la misoginia.
“Después de que las sufragistas se pintaran los labios de rojo, las exuberantes flappers de los locos años veinte siguieron su ejemplo. Y aunque es posible que las sufragistas no hayan sido las únicas responsables de popularizar un labio pintado, personificaron la idea de la mujer moderna en Europa y América”, añade Felder. De ahí que Coco Chanel también apostase por ese tono de labial, al igual que hicieron Josephine Baker, Marlene Dietrich y Grace Kelly, quien, cual summum de refinamiento, disponía incluso de un cofre chino de época regalado por la casa Dior donde guardaba sus preciados obeliscos en rouge y sus recambios.
La venta de pintalabios rojos es un exponente de la magnitud de una crisis social o económica. “Parece mentira que cuando ocurren grandes acontecimientos que conllevan pérdidas económicas de gran nivel, un producto aparentemente banal, duplica o triplica su tasa de consumo”, señala Mark Lohann, de la Agencia Bancaria Europea (EBA).
Cuando los hombres marcharon a las trincheras durante la Segunda Guerra Mundial y las mujeres empezaron a ser cruciales en fábricas y otros trabajos que anteriormente ocupaban ellos, optaron por ir con los labios rojos. Era como un estandarte que les permitió conservar un sentido de su propia identidad desde antes de la guerra. La ilustración de J. Howard Miller de Rosie the Riveter, el ícono cultural que se usó para reclutar y empoderar a las trabajadoras de fábricas estadounidenses, tenía los labios pintados de rojo cereza.
En 1941, el pintalabios rojo se convirtió en obligatorio para las mujeres que se unieron al ejército de los Estados Unidos. Las marcas de belleza no dudaron en sacar provecho de ello, con Elizabeth Arden, que se había volcado hacia los ideales del partido Republicano, lanzando al mercado Victory Red, y Helena Rubenstein, con quien siempre mantuvo una intensa rivalidad, el Regimental Red. “Siendo fieles a la historia, el gobierno norteamericano pidió específicamente a Arden que creara un color de labios y uñas reglamentario para las mujeres. Su Montezuma Red hacía juego y acentuaba los ribetes rojos de sus uniformes”, nos descubre Vanessa Mezzapesa, costurera de la premiada serie El cuento de la criada, cuyo hábito rojo ha sido usado internacionalmente para causas femeninas, incluidas manifestaciones a favor del aborto.
En sus salones y a través de sus campañas de márquetin, Elizabeth Arden innovó al enseñar a las mujeres cómo aplicar el maquillaje y la combinación de tonalidades según el color y forma de ojos y labios.
En Gran Bretaña, durante la Segunda Guerra Mundial, Winston Churchill paralizó la producción de cosméticos, con excepción del lápiz de labios rojo. Sus argumentos para justificar esta decisión fueron que este tono hacía a las mujeres sentirse fuertes, seguras y atractivas. Cuando los impuestos hicieron que el lápiz labial fuera sumamente caro para la gran mayoría de las británicas, muchas optaron por tintarse los labios con jugo de remolacha.
En cualquier momento en que los individuos se hallan reunidos en circunstancias que no exigen un intercambio de palabras, participan, sean conscientes o no, de una cierta forma de comunicación. “De esta forma, al igual que con otros elementos clave de la comunicación no verbal, la indumentaria y la cosmética actúan como un regulador social que nos permite interactuar con el resto de los individuos que forman parte de nuestra comunidad”, expone la Dra. Encarna Ruiz, Directora del Departamento de Teoría y Análisis del Diseño en la Escuela Superior de Diseño ESDi.
Guerlain Rouge G Matte N° 24
La ropa o los adornos son uno de los medios mediante los cuales los cuerpos se vuelven sociales y adquieren sentido e identidad. El rostro es quizás el vehículo primordial de nuestro hablar interactivo. “Nuestra cara, a través de nuestros ojos, nariz, labios, mejillas, barbilla y dientes, es el principal factor comunicativo de nuestra persona. Por esta razón, el maquillaje es tan importante desde la antigüedad. Inicialmente no se asociaba a necesidades de embellecimiento y seducción, pero sí que estaba intrínsecamente vinculado a motivos de carácter mágico, religioso, tribal o bélico”, añade Ruiz, quien, además, nos confiesa una anécdota personal: “Mi abuela siempre explicaba que, durante la Guerra Civil, cuando se enamoró de mi abuelo, no tenía dinero para comer. Pero cada vez que tenía que ver a su enamorado, se pintaba los labios de rojo. Era la única forma de disimular la palidez por falta de alimento y el desaliño derivado de la carencia de otro tipo de elementos como era el caso de la ropa”.
“Este otoño los pintalabios rojos se llevan en todas las texturas, las gloss, irisadas, brillantes, satinadas y mate, y la mejor forma de lucir estos labios poderosos y sensuales es combinados con una buena máscara de pestañas”, recomienda Eliecer, de la casa Guerlain.
La última en unirse a este fervor rojo ha sido Rosalía, que acaba de lanzar para M·A·C el Viva Glam número 26. “El carisma increíble, la energía y la fuerza de esta artista es la encarnación perfecta de este rojo vibrante e intenso. Con raíces en el flamenco, su arte mezcla géneros y emociones, se arriesga, está lleno de generosidad. ¡Es pura brillantez!”, expone el Director Artístico de M·A·C Baltasar González Pinel. Desde 1994, M·A·C VIVA GLAM ha recaudado 500 millones de dólares, destinados íntegramente a la fundación M·A·C VIVA GLAM, que respalda futuros saludables y la Igualdad de derechos para todos.
by Anna Tomàs