As moda são claras, mas estilo é uma outra coisa. Agora que a Airbnb tem novas leis para cumprir em Berlim, que Amesterdão começa a procurar métodos para reduzir o turismo em massa, e que em Lisboa se começa a desfrutar de um brunch que não seja apenas café e pastéis de nata, Budapeste tornou-se uma ótima opção para um fim-de-semana diferente. Eu digo isto porque as modas estrangeiras ainda não coagularam na capital e também se debruçaram sobre seu próprio passado para mostrar as suas idiossincrasias arquitectónicas eternas.
Após a Segunda Guerra Mundial, o sétimo distrito, onde muitos judeus viviam, ficou quase vazio. Grandes casas deterioram-se durante décadas, mas como Fénix, renasceram das suas cinzas. Os jovens foram mudando-se para este bairro e a sua aura artística reflete-se mesmo naqueles edifícios quase em ruínas. Os chamados “ruin bars”, bares que estão abertos dia e noite, ostentam esta desconstrução através de murais pintados à mão em várias paredes e tetos, acrescentando decoração eclética, luzes coloridas, características de um passado comunista … Eles são uma verdadeira joia que me conquistou na minha última visita à capital húngara.
Você vai se sentir imerso na história destes enormes edifícios, alguns com festas ao ar livre, antiga propriedade de uma só família. O esplendor barroco e rococó da nobreza e aristocracia do século XVIII, que também brilha em Viena, pode ser visto nos cantos dos tetos altos.
O ruin bar por excelência é o Szimpla Kert (Kazinczy u, 14), considerado por revistas de viagem como um dos 100 melhores bares do mundo. Com um espaço subterrâneo, tem vários andares e um pátio interior. Encontramos em cada divisão ecrãs de TV, telefones e abundância de referências aos anos sessenta e setenta. Com luzes coloridas, podes dançar ao ar livre ou entre as mesas, cadeiras e paredes e apreciar o que foi pintado pelos próprios cidadãos de Budapeste. O bar Puder também é digno de uma visita (Ráday u, 8). Decoração a 360 graus. Enormes murais e DJ ou até mesmo atuações teatrais. Fiquei fascinada pelos seus desenhos alusivos ao circo, assim como os seus candeeiros e lustres.
As ruínas são habitáveis. De tal modo, que eu nem me importaria de morar num desses bares durante uma temporada! Há sempre uma porta ou outra fechada à chave. A única coisa que acrescentaria, na minha ingenuidade, era elementos que eu perdi ao longo dos anos, como um Game Boy ou brinquedos em metal.
Bares em ruínas, mas que valem uma fortuna.
* Versión en castellano:
Las modas existen claro, pero hay ciudades que más que estar de moda saben buscar particularidades estilísticas. Ahora que Airbnb tiene nuevas legislaciones que acatar en Berlín, que Ámsterdam empieza a buscar métodos para frenar el turismo masivo y que en Lisboa empiezan a disfrutar de brunch en vez de café y pastéis de nata, Budapest se ha convertido en una gran opción para un auténtico fin de semana. Digo auténtico porque las modas extranjeras no han cuajado demasiado todavía y han mirado en su propio pasado para hacer gala de su eterna idiosincrasia arquitectónica.
Tras la II Guerra Mundial, el distrito VII, donde vivían muchos judíos, quedó casi vacío. Grandes casas se fueron deteriorando con las décadas, pero, cual ave fénix, han renacido de sus cenizas. Gente joven se ha ido mudando al barrio y su aura artística se plasma incluso en esos edificios casi en ruinas. Los llamados ruin bars son bares de día y de noche que hacen alarde de esa deconstrucción y la manifiestan mediante murales pintados a mano en varias paredes y techos, añadiendo decoración ecléctica, luces de colores, rasgos del pasado comunista… Son una auténtica joya que me ha conquistado en mi última visita a la capital húngara.
Te sientes inmerso en la historia de esos edificios. Piensas cómo esos espacios, algunos con partes al aire libre, eran propiedad de una sola familia. El esplendor barroco y rococó de la nobleza y aristocracia del siglo XVIII, que también brilla en Viena, se puede ver en rincones de los altos techos. Y luego empiezan los desconchones en las paredes, en alguna gruta subterránea y en los murales que toman vida convirtiéndose casi en esculturas.
El ruin bar por excelencia es el Szimpla Kert (Kazinczy u, 14), considerado por revistas de viajes como uno de los 100 mejores bares del mundo. De aura underground, cuenta con varias plantas y un patio interior. En cada habitación encontramos muñecos, pantallas de televisión, teléfonos y un montón de referencias a los sesenta y los setenta. Con luces de colores, puedes bailar al aire libre o entre las mesas que, como las sillas y paredes, han sido pintadas por budapenses. Recomiendo también visitar el Púder bar (Ráday u, 8). Decoración a 360 grados. Murales enormes, trabajados y actuaciones de DJ’s o incluso teatrales. Me fascinó su punto travieso con dibujos circenses y candelabros convertidos en lámparas.
Las ruinas son habitables. Es más, me quedaría viviendo en uno de esos bares por una temporada. Siempre hay todavía alguna habitación con puerta y llave. Lo redecoraría a mi modo naif, pero mantendría muchos elementos que perdí a lo largo de los años, como una GameBoy o juguetes metálicos.
Bares en ruina, pero que valen una fortuna.
Agradecimientos: a Isabel Borges, por la edición y corrección en portugués