Pocos zapatos han sido empleados por campesinos, artistas como Picasso y Dalí, calzado de lujo en la pasarela durante décadas e incluso ocupado el armario de la Realeza Británica.
Un encuentro fortuito en una feria de París a principios de los años setenta catapultó a la humilde alpargata a las pasarelas de la moda. El matrimonio formado por Lorenzo Castañer e Isabel Sauras coincidió en una feria en la capital francesa con Yves Saint Laurent, quién les pidió hacer de la alpargata un zapato elegante y sensual, dándole altura. Cómo dijo Lorenzo Castañer en aquel momento: “Si Yves Saint Laurent quiere una alpargata con cuña, ¡la tendrá!”. “Mi padre, que era un echado para adelante, aceptó”, relata Antonio Castañer, actual consejero delegado de la una de las firmas más importantes de nuestro país a nivel internacional.
De un primer prototipo de madera forrada pasaron, en unos diez días, a lograr la muestra que convenció a Yves Saint Laurent y que se pudo contemplar con todo su esplendor en la pasarela, con acabados en raso y seda. “Este fue el despegue de la alpargata, un calzado atemporal y ageneracional, el claro ejemplo del timeless chic”, añade Rafael Castañer, hermano de Antonio.
Tanto es así que si bien en 2010 Isabel Sauras había declarado al The New York Times en un artículo sobre Castañer, “salvamos a la alpargata de acabar en un museo y la mantuvimos viva de manera contemporánea”, siete años después, su calzado en tonos azules y rojos, que atesora el Victoria & Albert Museum de Londres, fue cedido al MoMa de Nueva York para la exposición Is Fashion Modern?, la que fue la primera muestra de esta institución museística dedicada a la vestimenta. Un total de 111 piezas icónicas de la historia de la moda fueron expuestas al gran público y la creación de la marca Castañer se pudo contemplar junto al Little Black Dress de Coco Chanel, los Levi’s 501 originales o el primer sari. Toda la sexta planta del prestigioso museo neoyorquino se dedicó a mostrar el esplendor de los diseños que han hecho historia y que siguen haciéndola hoy en día, como estos zapatos de origen campesino.
Jill Ritblat, honrada con la Orden del Imperio Británico, fue la que donó ese par de alpargatas al V&A, junto a prendas de Chanel, Vivienne Westwood e Yves Saint Laurent. Abogada de prestigio, Ritblat forma también parte del Comité de Honor de la Royal Academy of Music y del Royal College of Art en Londres. “Ritblat es una de las personas más generosas que hemos tenido la suerte de conocer. A través de Art Fund, en 2012 nos cedió más de 400 piezas sin las cuales no sería posible hoy entender el mundo de la moda, que, si nos alejamos de las superficialidades, es el mejor espejo del contexto sociocultural y económico de cada época, el llamado zeitgist, que decía Christian Dior”, expone Richard Dow, comisario de arte que ha trabajado tanto para el V&A como para el Museo de Arte Contemporáneo de Chicago y el Musée d’Art Moderne de la Ville de Paris.
El origen de este calzado ligero, atemporal y versátil hecho de cuerda trenzada se sitúa en Egipto, con sus sandalias típicas atadas en el tobillo que, más tarde, serían empleadas por las tropas romanas. Ahora bien, la primera referencia escrita de ellas se encuentra en un texto de 1322 redactado en catalán antiguo haciendo referencia al rigor con que tenían que ser hechas: “…que les espadenyes sien ben feytes et sien de bon espart (…) XXVI punts et de sobre lo peu onze cordes et detràs el taló IIII cordes” (“…que las alpargatas estén bien hechas y sean de buen esparto (…) XXVI puntos y sobre el pie once cuerdas y detrás del talón IIII cuerdas”). Tanto es así que, durante siglos, la fabricación de alpargatas fue tradicionalmente hecha en obradores de cariz familiar en los antiguos territorios de la Corona de Aragón, Occitania y el País Vasco, y su uso se extendió rápidamente por los territorios de América.
Al ser un calzado artesanal perfecto para cualquier actividad, fue adoptado en países como Argentina y Uruguay por los trabajadores rurales. En Colombia las fabrican también con piel de animales y reciben el nombre de cotizas o cocuizas. Es más, al ser un elemento que ha sido asociado muchas veces con el mundo obrero, formó parte de eslóganes políticos como, por ejemplo, en la carrera electoral previa a las elecciones argentinas de 1946, donde se usó el “no a la dictadura de las alpargatas” y que dio origen a su opuesto “alpargatas sí, libros no”.
Al igual que llevamos ya varios años con un auténtico furor por las mules, zapatos con el talón al descubierto procedentes de las babuchas y la influencia de Oriente en los siglos XVIII y XIX, la versatilidad de la alpargata es su principal comodín. Este calzado se presta de fábula para poder jugar con todos los colores y tonalidades, así como con el tejido, empleando sedas, tul, organdí, bordados y serigrafías. Incluso Humphrey Bogart se declaró fan de ellas y actualmente varias firmas masculinas diseñan modelos de alto standing, como hacen Llamazares y de Delgado: “Se trata de un material que, además de sus cualidades de confort y frescura, permite tintar, forrar, bordar…. Y jugar con los contrastes de color. Es un must para cada verano: hace años, ahora y creemos que seguirá siendo crucial en la urbanidad del siglo XXI”, exponen Fabricio Pérez y Jaime Martínez, los diseñadores y propietarios de esta firma independiente.
En 2011, el desaparecido Karl Lagerfeld decidió quitar el tacón al famoso salón bicolor de Chanel y adaptarlo a la alpargata plana de toda la vida. Cosió el logotipo de la firma al empeine, que al ser de dos tonalidades crea el efecto de un pie más largo y, hoy, casi una década después, este zapato se ha convertido en uno de los super-ventas de la firma francesa. En 2012, Valentino se unió a esta nueva era de la alpargata plana aplicándole un intricado tejido de encaje; en 2016, Óscar de la Renta la lanzó al estrellato con detalles de pedrería y Josep Font para Delpozo hizo de su cuña una plataforma. Todo un caleidoscopio para un calzado rústico que sigue, temporada tras temporada, su ascenso en la moda más exclusiva.
Ahora que la sostenibilidad es un valor al alza, ya nadie se resiste a este calzado realizado con yute. Este material ha sido apodado como “la fibra de oro” o “fibra dorada” y destaca por su textura suave y a la vez resistente como el algodón. “Se puede blanquear y teñir, y además de absorber fácilmente la humedad, es biodegradable y reciclable”, explica Mariela Rodrigo, canaria que trabaja en el departamento de Textile Design de la prestigiosa escuela Central Saint Martins en la capital británica.
Ball Pagès es la firma de Gemma Serra, arquitecta. Trabajando en París en el estudio de Jean Nouvel comprobó que siempre que llevaba puestas sus alpargatas compradas en Ibiza la gente le preguntaba dónde las había adquirido. A partir de esos encuentros fortuitos que la dejaron anonadada decidió crear una firma dedicada a la venta de este calzado tradicional hecho a mano. Su lanzamiento, hace seis años, fue de 100 pares y se pusieron a la venta en la tienda de una amiga suya en Toulouse. Ese mismo verano ya le llegaron pedidos de boutiques en el París en el que residía y de Estados Unidos. Serra, que sigue ejerciendo como arquitecta, aplica los conocimientos de esta disciplina a sus zapatos: “Conocer a fondo el sistema constructivo, en este caso de las alpargatas típicas de Ses Illes, permite innovar. Mantenemos la esencia de este calzado, pero como si se tratase de microcirugía, le vamos aplicando pequeños cambios cualitativos que mejoran el resultado”.
Las clientas de Ball Pagès, cuyo nombre rinde homenaje a un baile típico de Ibiza y Formentera, “son parte del proceso, ya que ellas les acaban dando forma al llevarlas. Muchas tienen pares que nos piden, tras dos años, que les pongamos una suela nueva, por ejemplo, y nosotras estamos encantadas de ver que nuestras creaciones son ya parte de la identidad de una clienta, de su confort y su modus vivendi”, explica Gemma Serra, a la vez que nos informa de que sus alpargatas no tienen un pie izquierdo y otro derecho, se pueden alternar y, en el fondo, es lo mejor, ya que así se evita que se deformen especialmente por la parte de un dedo o que el color, que envejece de forma natural, no se pierda tanto de un mismo lado debido al roce causado si, por ejemplo, conducimos con ellas. “Es la clienta quien se las hace suyas y esa interacción es nuestro mayor orgullo”, añade Serra.
Ball Pagès tiene también en su columna vertebral la responsabilidad social. Trabaja con cooperativas de mujeres en Senegal, como se puede leer en su blog. De este modo, este zapato demuestra que la alta costura también tiene sentido partiendo de un patrón muy tradicional y con materiales naturales, pero principalmente dando valor a la esencia de la artesanía.
Otra firma crucial en la recuperación y modernización de este calzado es Naguisa. Sus creadores y diseñadores, Claudia Pérez y Pablo Izquierdo, empezaron en este negocio en 2012. “Los dos trabajábamos en otras empresas, Pablo en el sector inmobiliario, en pleno comienzo de la crisis, y yo diseñando monturas para gafas, pero ambos sentíamos desde hacía tiempo la necesidad de crear algo propio. Lié a Pablo para que se apuntara conmigo a un taller de diseño y patronaje de calzado y ahí empezó todo”, cuenta Claudia Pérez. Un comienzo al que siguió la formación a nivel empresarial. “Nos cautivó la sencillez y, a la vez, la complejidad de esta industria. Estábamos convencidos de que teníamos cosas que aportar”, añade Pérez, que cada seis meses presenta sus colecciones en la renombrada feria del calzado milanés MICAM y en París.
Salvador Dalí y Pablo Picasso las usaban para trabajar (Dalí las llamaba “embetades”), pero desde que Castañer les puso cuña, se convirtieron en puro glamur, siendo el calzado habitual de Audrey Hepburn, Grace Kelly y Jane Birkin, entre otras celebrities de la época. “¡Un día mi madre se cruzó con Jackie Kennedy en la Quina Avenida y ella llevaba un par de Castañer!”, recuerda su hijo Rafael.
Actualmente Kate Middleton y Meghan Markle las han incluido en su armario y hacen gala particularmente de modelos de Castañer varias veces durante el verano. Es más, lady Amelia Windsor lució en la boda de Lady Gabriella, sobrina en segundo grado de la reina de Inglaterra, un par de alpargatas tobilleras de color crema acordes con su vestido floral. Asimismo, doña Letizia está haciendo gala este verano de sus adoradas espadrilles de firmas nacionales, de Castañer a Mint&Rose pasando por Macarena Shoes y Antonia’s. En sus visitas a las distintas Comunidades Autónomas, la reina está demostrado como este calzado cumple perfectamente con todo protocolo, se trate de actos de día o al atardecer.
No hay duda, las alpargatas o espadrilles son un emblema de la fusión entre confort y elegancia, en la línea de la filosofía actual de rescatar, respetar y recuperar muchos valores de la artesanía que encajan a la perfección en nuestro día a día.
by Anna Tomàs