Entre las muchas acepciones del verbo “peregrinar” según la RAE, encontramos una que dice “andar de un lugar a otro buscando o resolviendo algo”. Otra gran palabra para mí (de pequeña me gustaba cada día abrir el diccionario y memorizar las acepciones de 5 palabras), es la de “síndrome”. Los hay de muchos tipos y reconozco que a menudo sufro el delicioso de Stendhal, pero yo siempre he tenido, y por ahora he conocido ya a un ruso y a un italiano que también lo sufren, el de Dostoievski.
Me remonto. A mis trece años empecé a hurgar en la biblioteca de mis padres y encontré Crimen y Castigo, palabras sugerentes para alguien que también veía a escondidas Twin Peaks. Lo leía en el recreo y como por aquel entonces mis padres me habían mudado a otra escuela y ciudad, yo me sentía culpable respecto a mis amigos, a quienes sentía haber abandonado; era la típica adolescente cabreada con su madre que luego se sentía culpable por decirle de todo y más… Mal genio y culpa… eso aprendí de Dosto, que así es como le llamo yo. A ese libro, y como en esa época en la que todos creo somos capaces de escuchar en bucle nuestra canción favorita, siguieron Los hermanos Karamazov, Noches blancas, El idiota, El jugador… Pero, si un libro de mi amado Dosto me dejó helada y comprendí, quizás en versión teen y afectada por esos 13 años, es Crimen y Castigo, y con él se me incrustó lo que era la culpa. Así, en mis cuadernos de notas, anoté que un día iría a su tumba en San Petersburgo y le diría de todo, pues ese “sentimiento de culpa” sigue dentro de mí 20 años después. Bueno, ahora ya he hecho las paces con él.
Argumento
Antes de proseguir, os cuento el argumento del libro (esto puede ser también el “Elige tu aventura”. Si ya sabes de qué va, salta a otro ladillo).
El escritor narra el asesinato de una anciana usurera llamada Elena Ivanovna, cometido por el estudiante universitario Raskolnikov, quien tenía problemas económicos para continuar con sus estudios. Raskolnikov, después de matar a la prestamista y a su hermana con un hacha, se apodera de todas las alhajas. Luego se deshace del arma homicida y esconde las alhajas en el hueco de un patio, cerca de un edificio.
Los días pasan agobiando al joven criminal con delirios de persecución y pesadillas. Su conciencia vigilante se subleva y no lo deja en paz. La policía lo cita, ya que tiene ciertas dudas con su persona en relación al crimen de la vieja usurera y, cuando le mencionan el crimen, Raskolnikov se desmaya. Se agrava la salud del joven Raskolnikov e incluso sufre de insomnio por la intensa tensión nerviosa que padece.
El joven se comporta como un loco y pierde los papeles con suma facilidad. Él solo se va delatando por su actitud recelosa y cree que ya todos sospechan de su persona. En todas partes ve alucinaciones de un dedo acusador. Raskolnikov vive abandonado a su suerte y es su amigo del alma, Rasumikin, quien lo reconforta y le cambia los andrajos por ropa nueva.
En los momentos mas difíciles, Sonia Marmeladora siempre lo visita, ya que lo ama. Posteriormente, Raskolnikov le confiesa a Sonia que él es el asesino de la usurera; y aunque ella queda tremendamente impresionada, le asegura que jamás lo abandonará y que siempre estará a su lado. Pero la culpa es tal que el joven por fin decide entregarse a las autoridades y confiesa su acto. Un mes después es condenado a 8 años de trabajos forzados de segunda categoría en Siberia.
Primeros pasos
Hará cosa de un par de meses mi padre decidió regalarme un viaje por mi cumpleaños. Decidí que el lugar al que quería ir (también porque he estado trabajando en un libro de Picasso y Dalí que verá la luz este otoño – obra de Víctor Fernández, quien ya publicó en Elba la correspondencia entre Lorca y Dalí- y en el Hermitage tienen dos salas repletas de Picasso. De hecho, fue en Rusia donde empezó el éxito del pintor de Málaga) era San Petersburgo.
Añadamos a ello que me he pasado la vida leyendo literatura rusa, de Tolstoi a Gogol, pasando por Chejov o Pushkin y libros basados en esta ciudad como el maravilloso L’agulla daurada, de Montserrat Roig, que habla del sitio a Leningrado y cómo los habitantes de la ciudad salvaron las obras del Hermitage escondiéndolas en el metro. El asedio duró casi dos años y medio y se llevó la vida de más de 1,2 millones de personas, entre víctimas de bombardeos, desnutrición y congelación.
El objetivo de las tropas fascistas era borrar a Leningrado (actualmente, San Petersburgo) de la faz de la tierra: acabar con la cuna de la revolución y el símbolo de la cultura rusa sería una solución perfecta para socavar la resistencia soviética. Había otros factores también no menos importantes: era un puerto marítimo estratégico y alojaba la única fábrica productora de tanques pesados, coches y trenes blindados del mundo. Los comandantes nazis analizaron la posible escalada de la resistencia y decidieron matar a la ciudad de hambre.
El pasado enero Rusia conmemoró el 70 aniversario de este acontecimiento (https://www.youtube.com/watch?v=N0456j-StsI).
Total, y aviso para navegantes, compramos los billetes y luego resulta que volar es barato (unos 150 euros con Vueling) pero necesitas un visado más un seguro médico que te cuesta casi 200 euros más. Estuvimos a punto de no ir, pero ya estábamos enfrascados y una peregrinación así lo merece: 20 años no son moco de pavo.
Total, tras visitar el Hermitage (ni Louvre, ni MOMA, ni National Gallery, ni Tate Modern ni nada… no hay museo con más obras de Gaughin, Van Gogh, Matisse, Kandinsky, Picasso, pintura flamenca y española en el mundo… que en el Hermitage, y todo dentro del llamado Palacio de Invierno, donde además contemplas habitaciones que no tienen nada que envidiar al salón de los espejos de Versalles), situado en la plaza donde se inició la revolución de octubre en 1917, nos fuimos a intentar encontrar la casa donde Dostoievski ubica la residencia del protagonista de Crimen y Castigo. Dos horas dando vueltas sin suerte, pues allí todo está en cirílico y encima no ponen nombres a las calles (ni mirando símbolos te aclaras).
Hartos, terminamos visitando otras maravillosas iglesias y palacios, el teatro Mariinsky, dónde también puede verse el maravilloso ballet ruso (http://www.mariinsky.ru/en) y sentándonos en un café delicioso y mi mayor recomendación de esta ciudad: Est Café (Naberezhnya Krunova Kanala 11). Antes, en mitad de ese laberinto de calles sin solución, compré un libro de Lorca en ruso, para mi amigo escritor.
Resumiendo, me siento en el café, saco el libro para hacerme una foto para mi amigo y whatsappearlo y decido probar la ensaladilla rusa y ver si existe (que no sea como la tortilla a la francesa, mito con nombre absurdo). Aparece un camarero y resulta que habla un poco inglés (Dios, es que creo que en Rusia la expresión “No English” es la que más he oído nunca). Me comí una deliciosa ensaladilla, descubrí que para ellos se llama ensaladilla Olivier, y acabé dando mi mail a Alex, el camarero, pues adora Lorca y hacía sólo unas semanas que había visto en San Petersburgo La casa de Bernarda Alba.
Alex, que también colabora en este artículo (Putin, lo siento, he introducido whatsapp en Rusia), me ayudó a encontrar todos los sitios de los libros y pasamos una mañana juntos de peregrinación (mi padre, harto de mis quebraderos con Dosto se largó a Peterhof, la residencia de verano de los zares, toda una maravilla que, según él, supera a Schonbrunn en Viena. Desde el majestuoso edificio del Gran Palacio, verdadera obra maestra del arquitecto Rastrelli, desciende una cascada flanqueada por docenas de estatuas doradas que relucen esplendorosas al sol, entre surtidores de agua) por el San Petersburgo de Rasko (también le llamo así, diminutivo de Raskolnikov).
Primero encontramos la casa en la que se supone que vivía Rasko y observando aquí y allá, Alex y yo, leíamos el libro:
“Al día siguiente se despertó tarde, después de un sueño intranquilo que no le había procurado descanso alguno. Se despertó de pésimo humor y paseó por su buhardilla una mirada hostil. La habitación no tenía más de seis pasos de largo y ofrecía el aspecto más miserable, con su papel amarillo y polvoriento, despegado a trozos, y tan baja de techo, que un hombre que rebasara sólo en unos centímetros la estatura media no habría estado allí a sus anchas, pues le habría cohibido el temor de dar con la cabeza en el techo. Los muebles estaban en armonía con el local. Consistían en tres sillas viejas, más o menos cojas; una mesa pintada, que estaba en un rincón y sobre la cual se veían, como tirados, algunos cuadernos y libros tan cubiertos de polvo que bastaba verlos para deducir que no los habían tocado hacía mucho tiempo, y, en fin, un largo y extraño diván que ocupaba casi toda la longitud y la mitad de la anchura de la pieza y que estaba tapizado de una indiana hecha jirones. Éste era el lecho de Raskolnikov, que solía acostarse completamente vestido y sin más mantas que su vieja capa de estudiante. Como almohada utilizaba un pequeño cojín, bajo el cual colocaba, para hacerlo un poco más alto, toda su ropa blanca, tanto la limpia como la sucia. Ante el diván había una mesita”.
Os doy la dirección: Stolyarniy 5, edificio construido en 1831. Veréis que ante la casa hay una placa conmemorativa que dice en cirílico: “La casa de Raskolnikov. Los destinos trágicos de las personas de esta localidad de Petersburgo han servido a Dostoievski como base de su sermón apasionado del bien para toda la humanidad”.
730 pasos
Locos por este autor, intentamos entrar y colarnos en el edificio. Tarea imposible. Entonces decidimos hacer los 730 pasos que separaban esa casa del supuesto hogar de la vieja usurera (Srednaya Podyacheskaya rue 104). El edificio ha sido reformado, pero la puerta donde se sitúa la acción corresponde al 4º piso y en las paredes veréis pintadas pro-Raskolnikov, incluso una un poco gore que dice “La vieja ya no está, pero todavía la podemos oler”.
“No tenía que ir muy lejos; sabía incluso el número exacto de pasos que tenía que dar desde la puerta de su casa; exactamente setecientos treinta (…) El caserón estaba dividido en infinidad de pequeños departamentos habitados por modestos artesanos de toda especie: sastres, cerrajeros… Había allí cocineras, alemanes, prostitutas, funcionarios de ínfima categoría. El ir y venir de gente era continuo a través de las puertas y de los dos patios del inmueble. Lo guardaban tres o cuatro porteros, pero nuestro joven tuvo la satisfacción de no encontrarse con ninguno”.
Con Alex, con quien hablo en francés porque él no es de los de “no english” pero, como muchos en Rusia, habla mucho mejor francés, hicimos una recreación (incluso tengo un vídeo) imitando la secuencia.
Último estado de “Crimen y Castigo”
La amada de Rasko, Sonia, vivía en la ficción en el canal Griboedov 73.
“Raskolnikov se fue derecho a la casa del canal donde habitaba Sonia. Era un viejo edificio de tres pisos pintado de verde. No sin trabajo, encontró al portero, del cual obtuvo vagas indicaciones sobre el departamento del sastre Kapernaumof. En un rincón del patio halló la entrada de una escalera estrecha y sombría. Subió por ella al segundo piso y se internó por la galería que bordeaba la fachada”.
Museo de Dostoievski
Al día siguiente, y ahí me acompañó de nuevo mi padre, visité una de las casas donde vivió el autor durante años y donde escribió Los hermanos Karamazov. Kuznechny Lane, 5/2 (http://eng.md.spb.ru).
La familia de Dostoievski vivió aquí desde 1878 hasta la muerte del escritor el 9 de febrero de 1881. El museo muestra la casa del famoso escritor fielmente reconstruida, tal como debía estar el día de su muerte. En el despacho, sobre el escritorio, se puede ver su pluma, la última receta del médico y el Eugenio Oneguin de Pushkin, abierto en el capítulo octavo. El reloj está parado en el momento de la muerte del escritor: las ocho y veinte. En la salita están todavía sus cigarrillos, las velas y, en las paredes, fotografías y algunos cuadros. En el cuarto de los niños se expone un caballo de madera, las siluetas de sus hijos y el libro de cuentos infantiles. También en el museo hay una exposición dedicada a la vida y la obra de Dostoievski.
Lloré y pude ver que había un italiano también con los ojos humedecidos contemplando todo… Hay cartas, libros, una sala entera con fotos y postales de los viajes de Dosto por Europa, su período encerrado en la fortaleza de Pedro y Pablo (la aguja dorada) por revolucionario, su período en Siberia… (como cuenta en El idiota). Hablé con el italiano y me contó como Dosto había marcado su adolescencia. Fue empatía pura. Hay mucho loco (como yo) suelto. Y le conté como ir a todos los sitios de Crimen y Castigo, pues él tampoco los había logrado encontrar. ¡Merci, Alex!
No hay tampoco, y ése era el origen de mi viaje, que dejar de visitar su tumba. En el cementerio de Tijvin (http://lavra.spb.ru) se encuentran además de la de Dostoievski, las tumbas de grandes escritores y músicos del siglo XIX como Glinka, Musorgski, Rimski-Korsakov, Borodin, Chaikovski o Rubinstein. Dostoievski es muy amado en su país, quizás por la fuerza de su literatura (con Alex recordábamos un pasaje de París era una fiesta, de Hemingway, donde un personaje pregunta al otro: “¿Te gusta Dostoievski?”. Y el otro responde: “Es horrible, pero increíblemente punzante”).
Quizás por su carácter revolucionario (antes del nacimiento del movimiento bolchevique), quizás por su origen humilde (no como el de Tolstoi) o quizás simplemente por su increíble prosa, es querido y hay numerosas estatuas, así como una estación de metro, con su nombre.
“Es música del deshielo
en ríos primaverales,
llamado de los veleros
que surcan lejanos mares.
Es la Esfinge contemplando
el oleaje apacible,
Jinete de Bronce volando
en su corcel inamovible.
La añoranza que sentíamos
ante el Neva y su misterio,
cuando el negro día batíamos
con noches blancas de fuego”.
(Alexandr Blok, A la Casa Pushkin)
Texto: Anna Tomàs y Alex Bolsheshalskiy
Fotos: Anna Tomàs
Credits: artículo publicado el 21.08.2014 en www.EnBarcelona.com
Hermoso artículo Anna, me conmoví, gracias!!
En enero voy a San Petersburgo, siguiendo a Dostoievski y Pushkin.
Saludos!!
Carolina,
muchas gracias por tu mensaje, tus palabras me han hecho muy feliz!!
Para mí, ir por fin a sentir en mi propia piel esos lugares a los que me había transportado tanto tiempo atrás… fue indescriptible.
Estoy convencida que San Petersburgo te marcará tanto como a mí. Ya me lo cuentas a tu vuelta ;)
Anna
anna, tus notas de San Petesburgo me hicieron revivir mi dificil viaje a esa bellisima ciudad hace ya 20 años. Aun no logro entender como logramos superar la dificil barrera del no english y disfrutar, en diciembre, muchas de las maravillas que mencionas. Logramos ir al Marinsky, Hermitage, la isla de P&P, ST Isaac, Savior on the blood, y a un cementerio donde creo que esta Tolstoi, pero no pude como tu, seguir los rastros de Dostoyesky. Para mi, la tarea era tratar de encontrar las huellas de esos pobres pero facinantes desgraciados. Te mando abrazo agradecido desde Bogota!,,,,,,
Apreciado Rafael,
Cuando lees comentarios así te das cuenta de que vale la pena narrar viajes y hacer crónica de ellos. Mucho frío en diciembre, ¿no? Aunque el Palacio de Invierno debe ser precioso así. La próxima vez, porque siempre hemos de pensar que volveremos, te paso la información que necesites para que no te pierdas nada.
Un abrazo
Anna
Apasionante relato. Ahora hay mapas donde te señalan todos los lugares de Crimen y Castigo (claro, en cirílico), así puedes enterarte de más lugares donde vivió el genio (luego te paso el mapa, si deseas). Como dato interesante, el comisario que investigó a Raskólnikov inspiró posteriormente al personaje de “Colombo”. Felicitaciones :)
Mil gracias, Luis!
Vi los mapas en cirílico. También había guías, pero no en inglés… Sabía ese dato, y te cuento uno: Dostoievski abandonó en vida a su mujer para irse con otra y, para conseguir dinero, se convirtió en jugador, de ahí el libro. Cuentan que entonces, ya en Francia, había sedes de jugadores anónimos. Lo intentó… pero no creo que le funcionase… no hay datos de cuántas veces fue.
pd. Me enviarías ese mapa por mail? Gracias!
Hola, he recalado en tu blog por casualidad. En “Primeros pasos” haces un comentario de “L’agulla daurada” de Montserrat Roig en el cual confundes Leningrado con Stalingrado. Supongo que es un error involuntario que en su momento te pasó inadvertido. Por todo lo demás, sólo me resta felicitarte por tu excelente crónica. He disfrutado mucho con tus pasos, espero que sirvan para iniciar mi futura “peregrinación” a Peter. Un saludo
Hola Francisco,
muchas gracias por el apunte, porque además tenías toda la razón, ya lo he cambiado.
Espero que puedas disfrutar tu propio peregrinaje y, si te apetece, yo estaré encantada de que lo compartas con nosotros!
Un abrazo
Que buen artículo! Para el próximo año haré un viaje por Europa y pasaré por St Petersburgo, agradecería que me pasaran el mapa. Saludos